Una estética del afecto 

Una gran obra fotográfica genera una extraña tensión entre el silencio y un deseo de palabras que la abarquen. Qué es lo que sucede entonces cuando se trata de escribir respecto de esas fotos, ya que por momentos la escritura se transforma en un ejercicio vano, en el sentido de que las palabras y las imágenes hablan de un modo diferente; nada de lo que podría decir permitiría a un lector imaginar cómo son las fotografías de Florencia Blanco.

Trato entonces, de imaginar cómo describiría esas fotografías a alguien que no pueda verlas. Y vuelvo a ese silencio original de las imágenes, a esa tensión, y a los pequeños datos que nos propone la autora. Aproximación se trata de un grupo de fotografías realizadas en los años 2004 y 2005, centrado en la proximidad, en los allegados de la fotógrafa; su entorno íntimo está allí, Susana, Rosana, Ivana, Patricia, Agustina, Victoria, Josefina, Graciela, Pina, Regina, Ana, Lucila y Yuquita.

Y de cada una de ellas se muestra una parte: un torso, la mano, la espalda.

La primera impresión nos llevaría a pensar en lo que en arte se denomina sinécdoque, es decir proponer la parte por el todo, como procedimiento que nos permite imaginar el resto, lo que queda fuera de cuadro. Sin embargo, como sabemos que la vista mundana es utilitaria y que en realidad las fotografías nos interrogan sobre nuestra relación con las cosas, con los seres  y con nosotros mismos, podemos saltear esa primera impresión. No se trata ya de la parte por el todo, sino de un procedimiento que Blanco ha llevado adelante en este trabajo, y en trabajos previos como el de Salteños (1997-2001), en los cuales pone en escena una estética de la afectividad. El desafío de sus fotografías es poner en imágenes a partir de un nuevo ordenamiento y organización, las relaciones que se establecen entre tiempo, espacio y afecto. Nos muestra su intimidad pero no se regodea en ella. Nos permite, por un instante, ser parte de ese estrecho círculo de intimidad al tiempo que nos dispara como lectores a nuestras propias relaciones con madres, hermanas, amigas o hijas. Nos ayuda a pensar nuestro propio yo, nuestro lugar en el mundo y nuestras formas de relacionarnos con prójimos y allegados.

Las fotografías de Blanco nos enseñan un nuevo tiempo, un momento de detenimiento y observación. No se trata aquí de tomar la lupa y ampliar el detalle, sino más bien de mirar detenidamente. La fotógrafa pone en escena la proximidad a través de las elecciones y las decisiones de su trabajo, reduce a un mínimo grado los elementos que componen la imagen,  se puede apreciar la textura de las telas con que están hechas las prendas de vestir, o las tramas superficiales de la piel de las modelos; luego las recompone respetando en la copia fotográfica su escala natural y su apostura. El uso del color refuerza esta relación con el referente, su naturalidad.

No es un dato menor el de la escala, les restituye a sus mujeres el tamaño corporal así como la impronta del gesto.

Fotografiar es estar simultáneamente cerca y separado, es vivir a través de una separación insuperable el espacio y los seres con quienes nos relacionamos. Nos desdoblamos en la fantasía de un solo cuerpo que albergue todos esos afectos.

Blanco nos señala y se señala en un gesto demorado, busca en esos cuerpos su propio cuerpo al tiempo que propone un salto al vacío existencial, a nuestro paso por este mundo.  

Julio Fuks 2008